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Yucateca inconforme, madre, esposa, viajera incansable, gozosa de la comida y del buen hablar, así es como se describe María Eugenia Medina Rincón de Hollmann, a quien sus amigos llaman Maru, y quien es dueña de la franquicia de galletas más conocida en Yucatán.

 

¿Cómo surgió la idea de Kukis?

 

Contrario al inicio de otras microempresas, creé mi negocio con el afán de tener un ingreso propio. Nunca di por hecho que alguien me mantendría. Mi esposo y yo vivimos un tiempo en Canadá, nos fuimos de “mochilazo” un tiempo por Europa, después llegamos a vivir a México porque yo estaba embarazada de nuestra primera hija, y Ralf, mi esposo, quería que nuestros hijos crecieran como yucatecos.

 

En Yucatán, mi esposo se dedicó a su negocio y yo no sabía qué hacer mientras cuidaba a una hija y estaba embarazada de la segunda. De novia, empecé a elaborar unas galletas de chocochip, que tanto le gustaban, y que en un principio vendí entre mis amigos para pagar llamadas de larga distancia, y hasta vuelos a Canadá.

 

De manera que me animó para volverlos a elaborar, pero no fue porque me encantara cocinar, no soy tan repostera como lo pueden ser otras yucatecas, los postres no eran tanto lo mío. Quería comenzar un negocio donde se apapachara a la gente, esa siempre fue mi fijación, la galleta fue sólo un vehículo.

 

¿Cómo inició tu negocio?

 

Inició como muchos, desde la casa. Empecé a hacer galletas y fui muy impaciente para que la gente me descubriera. Junto con mi esposo, organizamos una reunión de café e invitamos a todas las mujeres que yo hubiera conocido en mi vida; familia, amigas y conocidas, que siempre compraban panes y galletas para regalar.

 

A mí me traumaba que los panes tuvieran un sabor exquisito, pero al mismo estuvieran envueltos de una forma horrible. De manera que en esta reunión armé varias canastas navideñas con cascabeles, cintas, etc. y galletas pintadas a mano para que la gente las viera y pudiera saber que ésta era una opción para regalar, porque obsequiar comida es muy fácil, no necesitas saber talla, edad o estatus; sólo requieres saber si la gente es diabética o no.

 

En la reunión, las señoras estaban encantadas, pero de las 60 mujeres que asistieron a la junta, solo una encargó más. Cuando preparé el paquete de galletas, mi esposo me recomendó ponerle una tarjeta con el teléfono y una frase que decía: “para mantenernos frescas, guárdanos en un recipiente con tapa”, hasta el día de hoy, 24 años después, siguen teniendo esta tarjeta nuestras canastas de galletas.

 

La señora que recibió la canasta de galletas me llamó en la noche y me encargó dos canastas más; ése fue el principio de Kukis by Maru, pues quien recibía una canasta, encargaba más.

 

Esa Navidad de 1991 vendí 11 mil pesos, lo que para mí fue una fortuna. Estuve trabajando así, desde mi casa, por tres años, hasta que se abrió la tienda de Gran Plaza.

 

¿Cómo has logrado mantener un negocio exitoso durante estos años?

 

Kukis by Maru se ha mantenido porque damos un producto que en Mérida es escaso, y no pretendo ofender a nadie, pero no lo encuentro en muchas partes. Nosotros vendemos cariño, consentimiento y buen servicio…

 

Queremos apapachar a la gente, que es nuestro cliente externo, quienes nos vienen a comprar, y nuestro cliente interno, quienes hacen negocios con nosotros, como nuestros empleados, proveedores y prestamistas.

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